sábado, 31 de octubre de 2009

DOS SEMANAS

Vamos exactas dos semanas de viaje. Hace dos sábados llegábamos a Paris al atardecer. Ese día cruzamos un puente caminando del que vimos de perfil a la torre Eiffel y fue como una bienvenida. Ya fuimos y volvimos de Zurich, nos queda un día en Troyes, otro en París y salimos para Berlín. Paris me sorprendió, me dio mucho más de lo que esperaba y fue un arranque muy alto para el viaje. Supongo que estar en Berlín en los días previos y posteriores al aniversario de los 20 años de la caída del muro va a tener lo suyo, que va a ser muy groso. La estoy pasando muy bien, conociendo gente, lugares, costumbres, comidas. Siempre había soñado con un viaje un poco largo y esta es la primera vez que lo hago. Es raro estar de viaje. Estás en lugares nuevos y seguís pensando en tu lugar. Comparando pelotudeces, recordando cómo antes era no sé qué cosa allá. Hay que aferrarse a algo. Lo nuevo es demasiado fuerte y una manera sencilla de digerirlo es comparándolo con lo que conocemos. Es difícil describir un sabor sin compararlo con otro. Viajar mueve la estantería y te hace pensar. Te ayuda a ver a tus cosas de muy cerca y de muy lejos.

PASEO POR LA CARTOUCHERIE

Le insistí a Jose para que viniera conmigo a La Cartoucherie con la absurda esperanza de que la reunión incluyera visita por las instalaciones. ¡Y así fue! Liliana estaba bastante ocupada cuando llegamos, así que para entretenernos mientras la esperábamos, le pidió a uno de los actores del Théâtre du Soleil, Pascal, que habla español, que nos paseara. Antes que nada, Pascal, que estaba en la cocina, nos ofreció algo de tomar; durante toda la recorrida fuimos tomando té en vasito de vidrio.

En el taller donde se construyen las escenografías y la utilería, Pascal nos explicó que los actores también hacen trabajos técnicos. En el hall nos contó que la decoración de ese espacio cambia con cada espectáculo que presentan. Había artistas plásticos pintando afiches de películas viejas, y un gran mural, ya terminado, del Faro del Fin del Mundo, en Tierra del Fuego, ya que la obra que preparan está basada en la novela homónima* de Julio Verne. Pasamos a la sala y Pascal nos dijo que teníamos que guardar silencio porque estaban ensayando. Nos enseñó el espacio común en el que los actores se preparan y esperan mientras no están en escena. No hay camarines individuales y, si no entendí mal, el público puede verlos cuando está entrando a la sala. Este espacio también está decorado con imágenes que aluden a la obra. A través de los percheros con el vestuario, espiamos el ensayo, pero a Pascal le pareció que veríamos mejor desde arriba, desde las butacas. Llegamos en el preciso momento en que Ariane Mnouchkine paraba la pasada y nos quedamos unos instantes, mientras ella empezaba una devolución. Daba muchos rodeos y me pareció que estaba por decirle algo no muy agradable a un actor y que buscaba la manera más cuidadosa de hacerlo. En todo caso, Pascal se apuró para sacarnos de ahí. Alcancé a ver que había varias personas con computadoras, supongo que asistentes, operador de luces, etc., y que en cada puesto de trabajo había micrófonos pequeños y discretos. También vimos que estaban filmando el ensayo, filmaciones que después los actores pueden ver en una pantalla que está en ese espacio abierto de trabajo debajo de la sala.

Pascal me preguntó si me interesaba "la costume" (el vestuario). Bien sûr! El taller de costura queda en otro edificio de los varios que forman parte de La Cartoucherie. Nos mostraron que la ropa se compra de segunda mano y se arregla. También había muchos rollos con diferentes géneros. En otro taller del mismo edificio había dos mujeres cosiendo telas grandes como todo el piso del lugar.

Todas las personas que nos cruzamos nos saludaron muy amablemente sólo porque Pascal les decía que éramos de Argentina y estábamos de visita. Eso era suficiente.

Por todas partes había fotos y libros de la época en la que se desarrolla la obra, para que los actores, los vestuaristas, los plásticos, todos, se documentaran y se inspiraran.

Después tuve oportunidad de charlar con Liliana, que es argentina y se ocupa de las relaciones públicas del teatro. Ya que ella vino a París exiliada y que muchas personas me habían comentado lo accesible y cálida que es, me parecía que era hora de presentarme, de contarle qué soy y qué hago, dejarle un libro y una carpetita (o dossier, como digo acá, ¿cómo le iré a decir en inglés?). Logré vencer mi vergüenza o vaya uno saber qué mierda es ese sentimiento, y contarle todo, la historia de mis viejos, cómo empecé a escribir teatro, cómo insisto con el temita, cómo siento que el Premio Rozenmacher cambia todo porque viene a decirme que el mundo entero me compete como dramaturga. Ella fue, en efecto, muy cálida. Como cualquier compañera de los viejos que el/la hiji puede encontrar por el mundo. Hasta tuvo la paciencia de buscar en internet el nombre del festival en Bayonne donde se leyó Peaje y de imprimirme el programa. Y si bien me freakié y me puse la campera antes de que terminara, me fui con la sensación del deber cumplido.

Sí le di tiempo a Liliana de contarnos algunas cosas más sobre el Théâtre du Soleil. Por ejemplo, que todos los miembros de la compañía cobran lo mismo, incluso Ariane; que durante seis meses estuvieron viviendo ahí los miembros de un grupo de teatro de Afganistán a los que ellos apoyan y a los que también les enseñaron algún oficio relacionado con la actividad teatral; que tenían que estar estrenando en estos días y la obra no estuvo lista, se pasó para diciembre y están todos bastante tomados por eso. Pascal también nos lo había comentado. Me cayó muy bien que no quisieran hacerse los cancheros: un teatrista argentino jamás te confiaría que no está pudiendo con algo. Ellos cuentan en su sitio web que estrenarán el 23 de diciembre "si los dioses del teatro nos son favorables".

A la salida nos esperaba el atardecer de esa tarde plácida de otoño (voy a empezar a escribir así, ¿qué les parece?). Paseamos por La Cartoucherie, que fue una fábrica de municiones, después una fábrica de municiones abandonada, antes de ser ocupado por estos utopistas del teatro. No había foto que le hiciera justicia al lugar, porque sólo pueden verse edificios como cuadras militares en el medio de los árboles, y nada de eso alcanza para transmitir la maravilla de las condiciones que supo crear esta gente para hacer teatro. No había posibilidad de sacarle a una foto a eso que me mantuvo emocionada desde que empezamos la recorrida con Pascal hasta que salimos al Bois de Vincennes y nos cruzamos con los primeros ciclistas, con los que una vez más, como tantas, nos subimos a un viaje completamente diferente. Estar en un país en el que el ciclismo es pasión no deja de ser sorprendente y divertido.

(Hay fotos del Bois de Vincennes, pero están en la cámara que quedó en París. El otoño en ese bosque es todo amarillo y fucsia. No ocre. Amarillo y fucsia vibrantes. Pero no hay caso, lo nuestro es la palabra, no la fotografía).

* No quería dejar de decir que la palabra "homónima" es lo goma.

viernes, 30 de octubre de 2009

LEBENSINFORMATIONSDIENST

¿Está Ud. en Zürich y lo aquejan dudas existenciales de diversa índole? La municipalidad le ofrece variados servicios. Sólo tiene que acercarse al registro civil. En la planta baja, un grupo de adivinos y videntes ha sido puesto a su disposición para leerle las líneas de la mano, tirarle las cartas de tarot o predecir su futuro a través del péndulo.

Si en cambio lo que lo atormenta es no estar seguro de si Ud. y su pareja están realmente enamorados, puede tomar el test del amor en el Büro 201, segundo piso.

Si no quiere pasar por esta vida sin dejar huella, puede contar su historia para que forme parte de una novela sobre la ciudad. Diríjase al Büro 301, tercer piso.


Todos los trámites son gratuitos. Hay tiempo hasta el viernes 30. Todos los días, de 8 a 14,30 hs.

Zürich. Downtown Switzerland.

Esto es lo que está haciendo mi prima Laura esta semana.




jueves, 29 de octubre de 2009

SITUACIONES EN LAS QUE ME SALE EL PORTEÑO DE ADENTRO

- Se abre una caja en el super: uno viene acostumbrado a los scrums que se dan en los super chinos, en los que todos estamos dispuestos a tacklear a una embarazada o a pechar a un jubilado. Acá no hace falta ser tan violento para ganar un lugar, con dar un pasito más rápido que el resto, ya se está siendo lo suficientemente vehemente para quedar al lado del cajero.

- Los cruces de las calles: me acostumbré a cruzar por las esquinas en los cruces más importantes, pero no soporto ir hasta la senda peatonal en todas las cuadras. Cruzar a mitad de calle o en diagonal son pequeñas infracciones que no puedo evitar.

- El tono de voz: el volumen suele ser más alto en los comienzos de nuestras frases, me parece, porque estamos acostumbrados a un volumen más alto. Acá se habla en un tono más bajo, sin tanta estridencia. Inclusive, en los transportes tampoco se escucha a la gente hablando por celular, porque lo hacen casi murmurando. A los que sí se los escucha es a los negros, que suelen gritar, también cuando están charlando en la calle en grupo (una escena muy habitual es ver a 4 o 5 tipos, claramente inmigrantes, hablando al pedo en la calle, en horario laboral).

COMO LOS PERROS

Así como la vendedora de Montmartre nos tiró que era de Villa Crespo y que había estudiado en la ORT, pero como no mordimos el anzuelo preguntó de una "¿Ustedes... son judíos?", algo parecido pasa con los náufragos de los '70.

No llevaba ni media hora en la casa de Vero y Kelo que ya le estaba preguntando a ella cómo era eso de que había vivido en México. Cuando dijo que había nacido en Suecia no me quedaron más dudas y me lancé de lleno a la pregunta "¿dónde militaban tus viejos?"

El martes, en La Cartoucherie, Liliana Andreone trataba de ser más discreta. Me preguntó cómo se llamaban mis viejos, de dónde eran y... "Montoneros, militaban en Montoneros", la ayudé.

Nos olemos, como los perros. Nos olemos las colas, nos reconocemos y ahí sí, nos saludamos muy contentos.

UN MATECITO A ESCONDIDAS

Casi todos nuestros paseos vespertinos los hacemos munidos de mate. Eso implica que cargue el termo lleno durante buena parte del día, pero el esfuerzo siempre termina rindiendo. El mate, ya lo sabe el mundo, es un gran compañero, ayuda a paliar el hambre y, además, aporta calorcito cuando el día se empieza a apagar.

Ayer estábamos tomando mate, mientras paseábamos por Montmartre. Me costó subir unas escaleras muy empinadas pero disfruté muchísimo de la vista cuando pude recuperar el aliento. Seguimos caminando, nos perdimos, nos volvimos a encontrar, entramos a un negocio a mirar unas chucherías cuando la vendedora me pidió un mate en perfecto castellano. Se la veía emocionada con la posibilidad de tomar un mate. Quedaba poca agua, pero le serví los tres mates que quedaban. Ella nos contó que era argentina, que había vivido en Villa Crespo pero se había criado en Castelar, que hizo el secundario en la Ort, que estaba estudiando Ciencias Políticas en Paris y que estaba aprendiendo un montón del intercambio cultural con otros jóvenes que estaban en una situación parecida a la de ella. Tomaba los mates en el único rincón del negocio en el que no estaba a merced de la cámara a través de la cual la vigilaba su jefe, vaya a saber desde dónde. "No quiero que piense que es droga", dijo, con toda razón (el mate da muy sospechoso, admitasmolo).

La clienta que estaba esperándola en la caja, mientras ella seguía sacándonos charla y tomando mate, también había vivido un año en Buenos Aires y dijo las pocas palabras que se acordaba en español. De golpe, todos nos hablábamos en castellano en pleno Paris. "¿Pagás con tarjeta?", le preguntó la vendedora a la rubia, que entendió perfectamente. Antes de irnos, ella se animó a hacer la pregunta que estuvo sobrevolando la charla desde que empezó: "Ustedes, ¿son judíos?" Sí, respondi, vos también, ¿no? le repregunté. Era demasiado obvio que era judía, no sólo por el dato de la Ort, sino por la tremenda portación de cara que tenía (era una turquita prototípica). Sí, aceptó, y dijo que había sospechado que éramos judíos porque vivimos en Almagro (esa relación no la entendí) y, también, por la cara (de esa parte me hago cargo yo). Antes de irnos le dejamos la dirección del blog, así que, Florencia, si estás leyendo, te mandamos un saludo y te avisamos que te robamos un par de aritos. No, mentira, un judío jamás le robaría a otro judío.

martes, 27 de octubre de 2009

POGO

A los imberbes que creían que hacían pogo en el recital de Shantel, los surto con una sola mano.

UNA VUELTITA POR LA FERIA QUE ESTÁ DEBAJO DE CASA

Dos días a la semana, a una cuadra de nuestra casa parisina se abre una feria en la que venden quesos, pescados, carnes, frutas y verduras. A diferencia de lo que sucede en Buenos Aires, los precios en la feria son un poco más caros que en los supermercados porque los productos son más frescos y de mejor calidad. Morí en los puestos de quesos. Aquí, una selección de imágenes de nuestro paseo del domingo pasado a la mañana.









SHANTEL II

Me voy a acostumbrar al orden europeo. Como conté en mi primer post en este blog, para ayer estaba planeada la nota con Shantel en La Maroquinerie y así fue. Eso sí: fue después del show y no antes, como me habían prometido. No importó, los supe perdonar.

El show fue muy bueno, muy unza unza, muy bailable. La banda sostuvo ese groove balcánico que no permite quedarte quieto durante todo el show y él, como había leído en distintas crónicas, es muy carismático. Durante la entrevista se esforzó por dejar en claro que no hace música balcánica, pero fue tan verosímil como que Juanse dijera que su música no se parece a la de los Rolling Stones.

Segundos antes de arrancar la entrevista, cuando lo tuve a pocos metros, me di cuenta de que él estaba muy enérgico, como casi no podía ser de otra forma después de un show tan bailable. Le avisé a Kelo, que iba a hacer las veces de traductor: "Vamos a hacerlo hablar aunque no quiera". Arranqué la nota hablando en un inglés mucho más fluido de lo que me imaginaba. No sé de qué cajón del cerebro salió una parrafada introductoria en inglés, pero me dio algo de confianza, pese a que él se mostró demasiado cocorito en las primeras preguntas: no quería describir su música, no quería contar cómo eran sus shows, decía que él está para tocar y no para explicar. Se puso un poco peliaguado el petiso, así que pasé a preguntas más concretas. Eso, según me explicó Kelo después, lo ayudó a aflojarse porque era algo más parecido a lo que un alemán podía entender por entrevista. No quería preguntas abiertas, esperaba, más bien, todo lo contrario.

El english mode se me apagó tan mágicamente como se había encendido y en ese momento me salvó Kelo, con su flemático inglés. Shantel dijo algunas cosas interesantes (valoró a la pista de baile como lugar de encuentro), algunos lugares comunes ("en la banda de sonido de la peli pude hacer otra música que la habitual") le agradecimos por el show, por hacernos bailar y, ¡cholulo!, me saqué una foto antes de irme.

AL BORDE DE LA SILLA

No hay caso. Hablar de mí y de mi laburo me genera una incomodidad casi física. La cara se me deforma en una sonrisa penosa, de todas mis voces posibles pongo la de boluda, el cuerpo se me hace de alambre y me siento con el culo en el borde de la silla como si fuera a escapar de un salto en cualquier momento.

En mis época de oro de dar testimonio, no me pasaba. Testimoniando era "vivaz, simpática e inteligente", según una crítica de Clarín sobre la peli Nietos. No me alteraba el pulso dar una conferencia en una universidad en Nueva York o Boston, manguearle plata al presidente Kirchner para un proyecto, ser entrevistada para el programa yanqui 60 minutes ni declarar delante de la Chuchi Servini de Cubría. El "temita" del que hablaba me protegía. Era tan importante toda la milonga de los desaparecidos, me sentía tan obligada a difundir todo eso, estaba tan segura hasta de mis incertidumbres, que eso me protegía. Podía esconderme atrás del temita, debajo del temita, entre medio del temita. Dejaba aparecer el humor negro pero no el humor pavo, el que heredé de mi abuela Argentina como heredé eso de sentarme al borde de la silla. Ni hablar de dejar entrever algo remotamente parecido a mi condición de mujer. Era un ente asexuado dando testimonio.

Ya no lo hago. Cuento mi historia y reflexiono sobre ella cuando quiero, como quiero y con quien quiero. Como ya no milito en una institución, no tengo que adaptar mi discurso a ningún discurso mayor. Como hablo poco de estas cosas, cada vez que lo hago estoy parada en un lugar diferente. Tengo más dudas que certezas y cada vez más.

Sin ese paraguas, hablar de mi escritura se complica. Porque mi escritura está muy ligada al temita de los desaparecidos, pero es mía. Hay un mundo de imágenes que es mío y de nadie más. Son mis obsesiones, mis fantasmas. Aparece un Mr. Hyde reverso del Dr. Jeckyll que era en la militancia. Al mismo tiempo, estoy segura de esta búsqueda, segura de que mi camino es por ahí, lejos de los lugares comunes, diciendo lo que otros no quieren oir. Si viniera otra huérfana a contarme de un proceso parecido al mío, me parecería interesantísimo. Sin embargo, como soy yo, me parece que voy a provocar un bostezo colectivo que se va a volver huracán en otro hemisferio, una verdadera catástrofe de aburrimiento, cuando, como ahora, pienso en voz alta estas cuestiones.

Me vine a Europa con todos los ejemplares que me dio el Rojas del libro que recopila las obras ganadoras del Premio Rozenmacher. Primer premio, esta servidora por su obra Peaje. Segundo premio, Natalia Carmen Casielles, por Sueño con cebollas. Edición cuatrilingüe. Traducción al francés de Françoise Thanas, muy respetada y admirada por estas latitudes. Vine con el firme propósito de dejarle el libro a alguna gente ligada a teatro y/o derechos humanos a las que estoy segura de que les interesarían las obras de cualquier otra huérfana... pero me parece que las mato del opio si soy yo. Hasta preparé un dossier y lo hice traducir por mi amiga Male, que trae suerte. Tuve que obligarme a escribir ahí que soy hija de desaparecidos, que mi escritura abreva de esa historia y esa militancia. Temo que alguien piense que lucro con eso; lo temo tanto que ni lucro ni lo cuento ni nada. Digo que milité en derechos humanos o que mis obras tratan el tema de los desaparecidos y creo que lo demás se sobreentiende. Y no. Y no es menor ser hiji y escribir sobre eso y problematizarlo. De hecho me estoy juntando con gente que sé que está interesada en estas cuestiones. Me gustaría poder hablarles más de todas estas cosas, hablarles con este entusiasmo y confiar en que nadie va a pensar que me engolosino con mis obras, ni que es todo ego, sino que es genuino interés por un tema que me atraviesa (como a Frida la atravesó el tranvía). Un primer paso podría ser no mirar el reloj primero ni ponerme la campera primero. No saltar de la silla.

Más de mis problemitas con la escritura en La Underwood.

SOMETO MI CABELLO A LA CONSIDERACIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA BLOGGER

NICO CABRÉ CANTA EN PARÍS

lunes, 26 de octubre de 2009

LA SALADA DE PARIS *

Nos ajustamos los cinturones apenas salimos del metro. Guardamos la cámara de fotos en la mochila, escondimos la billetera, tomamos las precauciones que tomaríamos en Buenos Aires en un lugar con mucha gente. Por delante teníamos el mercado de Clignancourt, La Salada de Paris, nos había adelantado Kelo. Con las medidas de prevención ya implementadas, empezamos a caminar por unas calles angostas, rodeados de negros lookeadísimos y de turistas que también miraban con asombro todo lo que los rodeaba. Había mucha gente, mucha, como si el colectivo estuviera lleno y ya no abriera la puerta porque no entraba más nadie.

Durante cuadras y cuadras, miramos los puestos de ropa supuestamente barata (¡50 euros un pantalón deportivo que imitaba muy bien a los Adidas! Todo en Paris es caro), zapatillas truchas y objetos africanos. Esas serían las especialidades de Clignancourt. Además, se pueden encontrar DVD's, antigüedades y banderas de muchos países.

Encontré unas zapatillas, supuestamente Nike, rosas con detalles rojos a 30 euros. Estaban muy buenas y me las probé. La derecha me iba bien pero la izquierda me ajustaba demasiado. Me paré, caminé un poquito, toqué la punta de la zapatilla izquierda, me volví a poner mis zapatillas para probar cómo me sentía cómodo, me volví a poner las rosas y me las saqué. Sabía que no me resultaban muy cómodas pero eran tan lindas que estaba dispuesto a ablandarlas. En cuanto iba a salir de la duda, apareció el árabe dueño del puesto, que durante todo ese rato había estado cagando a pedos a sus empleados, me sacó las zapatillas de la mano y en francés, según me tradujo Perez, me dijo que no tenía que dudar tanto, que si dudaba quería decir que no eran cómodas y si no eran cómodas no tenía sentido comprarlas. Los árabes hablan como si estuvieran enojados pero no siempre lo están. Su sentencia lo tomé como un aviso del destino y me fui cabizbajo, dudando si no tendré un pie más grande que el otro.

* Este post carece de imágenes porque, primero, nos dio miedo sacar la cámara y, cuando entramos en confianza, nos dio fiaca porque había mucha gente.

domingo, 25 de octubre de 2009

LOS BISONTES LA TIENEN CLARA

Anoche fuimos con Seb y sus amigos a una fiesta en la casa de una chica, en el XVIéme. Es el mismo barrio en el que viven Kelo y Vero, con la diferencia de que acá estamos más cerca de la banlieue (los suburbios) y es bastante menos aristocrático. La fiesta de anoche era en un barrio de embajadas.

Antes de llegar, pasamos por una tienda de ésas de inmigrantes que están abiertas hasta tarde. Los amigos de Seb compraron una bebida desconocida y dos jugos de manzana. El jugo de manzana me llamó la atención, pensé que era una opción no alcohólica que me costaba entender. Cuando ya nos íbamos y nos animamos a chusmear en la heladera en busca de algo fuertecito para salir al frío, nos enteramos de qué se trataba.

Con ustedes, mi nueva amiga, la Żubrówka:


Es un vodka polaco aromatizado con la "hierba del bisonte", que es ni más ni menos que la hierba que come el bisonte. Este yuyo, que pueden apreciar en el interior de la botella, le da un gusto muy particular. Se lo toma bien frío y con jugo de manzana (no se estaban rescatando los amigos de Seb, muy por el contrario!), pero como los argentinos somos machos, le pusimos hielo, nos despedimos y encaramos la vuelta.

59 RIVOLI

Unas semanas antes de salir de viaje le mandé un mail a Seb y le dije que quería que nos paseara por donde le gusta pasear a él. Le aclaré que no queríamos ver la Paris más turística y que nos interesaba lo alternativo. Él tomó nota del pedido y cuando nos vimos en el Slam me entregó una listita que incluía las distintas tribus urbanas de Paris (los aristocráticos, los africanos, los raperos, los árabes) y dónde se juntaban.

Ayer a la tarde nos llevó a 59 Rivoli, un edificio que hace diez años estaba clausurado, medio destrozado y fue tomado por algunos artistas. Sus seis pisos fueron utilizados como atelliers de pintores, escultores y dibujantes. Las fiestas, inauguraciones y vernisagges duraron poco más de un año. Las autoridades decidieron cerrarlo y expulsar a los artistas. A partir de entonces, se dio un ciclo que, por lo que escuché en distintas ocasiones durante esta semana, es bastante habitual: el Estado echa a los artistas que habían ocupado el lugar, a veces, reforma el espacio y luego lo reabre pero queda bajo su control. Los artistas pasan a estar subsidiados y a depender de las autoridades.



Con Kelo nos imaginamos que algunos artistas, los más rebeldes, se habrán negado a volver porque el lugar ya no los representaba. También supusimos que se habrán desatado algunas peleas internas entre ellos, por temas como qué piso le tocó a cada uno o qué vecino te quedó cerca. Son algunas pocas ideas que nos sirvieron para acercarnos a esa idea de que al Estado le interesa el arte porque lo toma como un negocio rentable.

De la visita a 59 Rivoli también me sorprendió ver un espacio en el que los artistas laburan a puertas abiertas (el lugar está abierto todos los días menos los lunes de 11 a 20) y tratan con la mejor onda a quien se acerca. Aquí, uno de los artistas en plena faena:

sábado, 24 de octubre de 2009

PALABRAS NUEVAS

Engentarse: Saturarse de la gente.

"Fuimos a la vendimia en Montmartre el domingo pasado pero enseguida nos engentamos y salimos corriendo".

Kelo dixit.

(O algo así. Me hago responsable de la paráfrasis).

Igual quiero ir, ¿eh?

ADAMI COIFFEUR

Juan Pablo es hermano de Paula, una amiga mía. No se parecen físicamente pero hablan bastante parecido. Son de Floresta y tienen modos muy cayengues. Juan Pablo vive en Zurich hace cinco años, cuando llegó en pareja y todavía estaba enojado con su país por haber sufrido el corralito. Hacía poco lo habían echado de una editorial en la que trabajaba como periodista y había guardado sus ahorros en el banco. Ese episodio le quitó las ganas de seguir ejerciendo una profesión que le dejaba menos dinero que su otra vocación, la peluquería. Llegó a Suiza desocupado y dispuesto a encarar cualquier aventura con tal de irse de la Argentina. Juan Pablo recuerda sus primeros pasos en Suiza en la cocina de su casa, mientras nos sirve pre pizzas congeladas y nos prepara café. “Me compré la cafetera de George Clooney”, dice con ese tono porteño que se mantiene inalterable al paso del tiempo y a la distancia.

Agustín, el hijo de cuatro años de Juan Pablo, abandona la tele por un rato y aparece en la cocina pidiendo Coca. Su papá le dice que no hay y le ofrece jugo de manzana pero él insiste hasta que encuentran un vaso de gaseosa caliente y sin gas que está sobre la mesada. "Gracias", dice Agustín en castellano y con un tono rarísimo. Él nació en Zurich y es suizo. Juan Pablo pensaba que iba a tener que anotarlo en el registro civil y luego iba a tener la oportunidad de elegir qué nacionalidad tendría el chico, pero pocos días después del nacimiento le llegó una carta que le informaba que era suizo. Juan Pablo llevó a su hijo a la Argentina un par de veces pero el nene dice "casa" cuando está en Suiza.



Hablamos sobre las oportunidades que tuvo en Suiza pese a ser pobre y argentino, valga la redundancia. Destaca el orden suizo porque permite insertarse en un sistema que funciona y que contiene pero puntualiza que todo el mundo, de movida, tiene mala onda. Nosotros comprobamos algo parecido durante nuestra corta estadía. Los suizos deben entrenar las caras de culo que ponen cuando algo no les gusta. O cuando te quieren señalar que estás en falta. Por ejemplo, un viejo nos miró asqueado desde el volante de su auto cuando descubrió que no estábamos cruzando la calle por la senda peatonal.

Juan Pablo aclara que no suele almorzar y nos avisa que tiene un turno tomado para las 15. Apuramos el cafecito y quedamos en vernos al día siguiente, en su negocio. Juan Pablo tiene una peluquería en Zurich a la que bautizó con su apellido. En los 500 metros que rodean su negocio hay 18 peluquerías. Dice que hay trabajo para todos y que él tiene los precios más baratos de la zona porque su local no está tan ambientado como otros muy modernos, que llegan a cobrar 120 francos por un corte a una chica. "Corte caballeros 85", avisa. El dorso de la lista de precios que está sobre el mostrador tiene pegada una foto de Maradona. Por estos días, cuenta, mientras Perez espera que la tintura haga efecto, muchos clientes le preguntaron su opinión por la invitación de Diego a que se le sigan mamando. Él defiende al DT de la Selección y cuenta que vio un fragmento del programa de Canal 7 en el que el Diego se justificó. También vio un video en el que Sandro y Susana Giménez charlaban por teléfono, algunos días después de que operaran exitosamente al Gitano.

En su negocio también tiene algunos carteles que anunciaron los shows de tango que protagonizó junto a una pequeña orquesta. Juan Pablo se ríe de su emprendimiento musical y confiesa que suple con carisma y entusiasmo la falta de talento. El grupo se llama Palo Verde y actuó en la casa de un ricachón suizo que aparece en una revista que está al lado del Maradona del mostrador. Juan Pablo tenía planeado un viaje por Argentina para esta época del año pero algunas reformas en el local no le permitieron ahorrar. No conoce demasiadas ciudades europeas y gana lo justo para ir pagando los gastos. "No me vine a vivir acá, me fui a trabajar lejos", explica.

Visitamos su peluquería un jueves, un día en el que suele tener poco trabajo. Sus días más ajetreados son los cercanos al fin de semana, cuando la gente quiere estar más pituca. A Perez le hizo un corte europeo y color y a mi me emprolijó. Nos vamos de su peluquería agradeciéndole por tanta charla y tanta buena onda y le deseamos lo mejor en esta ciudad a la que él se amolda todo lo que puede e intenta entenderla al máximo para no quedar tan descontextualizado.

HACEME UN DIBUJITO

En Perla-Mode estaban también los libros de la editorial independiente Nieves Books. Me gustaron todos, me hubiera llevado todos, pero especialmente éste:


Rabbit and Turtle, del japonés Yukari Miyagi. Todo en marcador y resaltador sobre papel rústico, como muchos libros de esta editorial. Daba la sensación, desconcertante, de tener el original entre tus manos.

"Look inside".

HOMENAJE

Gaby Álvarez en la moneda de 5 francos suizos.

viernes, 23 de octubre de 2009

EL REFUGIO DE LA CULTURA

Perla-Mode, en el barrio rojo de Zürich, era una tienda de ropa de unos paisanos (judíos, no argentinos), que estaba cerrada y fue ocupada por artistas. Laura nos invitó a conocer el lugar el martes a la tardecita, ya que se inauguraba "About now", una exhibición sobre el concepto de fotografía y poloraid curada por Veronika Spierenburg, que prometía además "live action" (no sé cómo traducir esto, yo diría "acción en vivo", pero quizás es todo un concepto con nombre propio en castellano y yo lo desconozco).

A la entrada había una mesita en la que uno de los artistas nos pidió algo que, entre su mal inglés y el mío, me pareció que era una identificación, a la cual le iba a sacar una polaroid que luego formaría parte de su performance. Muy motivada, le di nuestros carnets de periodistas, aclarándole, porque me pareció que le iba a gustar saberlo, que el mío era falso, que lo uso para entrar a los museos gratis. Después entendí que lo que pedía en realidad eran tarjetas personales de las de papel que la gente entrega y que yo, que soy malísima para autopromocionarme, no tengo.

La primera perfomance también tenía que ver con las polaroids. La performer se sacaba fotos a sí misma, a la pared blanca, a las polaroids que iban cayendo al piso, al público (una sola). Usó cinco máquinas. Uno se preguntaba qué iba a hacer con todas esas fotos, y también qué quería decir ese cuerpo, porque había una composición aunque no se terminaba de entender qué era (ni tampoco generaba demasiado interés, a decir verdad). Pero cuando se le acabó el último cartucho, se acabó también la performance.Después dos chicas que parecían asistentes del lugar, se ubicaron en lo que era la vidriera de Perla-Mode, sobre la Langstrasse. Tenían un tubo que había llegado por correo, con su correspondiente cartelito de "Handle with care". El tubo contenía las instrucciones del artista para montar su obra, un vinilo que debía ser pegado en el vidrio. Cuando estaban por abrirlo, apareció corriendo un chico muy tímido, de anteojos, que en inglés contó que era el fotográfo, que se había arrepentido, que no quería exhibir esa obra, que de pronto le parecía mejor aprovechar la situación de tantos artistas ahí reunidos (y ese "ahí" incluía la calle, por la que pasaba la gente que miraba hacia adentro con cara de sorpresa), para decir algo importante al mundo. Sólo que no se le ocurría qué cosa importante se podía decir. ¿Alguien tenía alguna idea? Sólo mi prima Laura hizo una propuesta, cosa que me enorgulleció, ridículamente. Se notaba que el pibe estaba actuando, porque aunque él era muy natural, la situación (el artista que llega corriendo de la calle porque se arrepintió de lo que mandó) era inverosímil. Finalmente abrían el tubo, que contenía un vinilo con el texto exacto de todo lo que él había dicho, didascalias incluidas ("llega corriendo", "se toca los anteojos", etc). De ese vinilo recortaron algunas letras con las que formaron la leyenda "Handle with care", que sigue pegada en la vidriera de Perla-Mode.

Más tarde Jose se puso a charlar con el fotógrafo, que se llama Michael Eddy, es canadiense y vive en Beijing. Nos contó que eso que había hecho, era lo que le había pasado ante la convocatoria para participar de la exhibición. De verdad quiso decir algo importante y de verdad no se le ocurrió qué. Le pareció raro que yo le preguntara si era realmente fotógrafo y no actor, y de hecho comentó que le había costado memorizar sus líneas.

Vimos algunas otras perfomances antes de volver a lo de Laura, que había invitado a algunos amigos a cenar. Cada rincón del lugar se iba ocupando con las obras de los fotógrafos. Pero más allá de lo interesante del lugar y del ambiente (todos charlaban con todos, enseguida te preguntaban, en el idioma que se pudiera, de dónde eras y qué hacías), y del hecho de hacer del montaje de la exhibición una obra en sí, ninguna otra me llamó la atención. En el subsuelo, un fotógrafo "revelaba" fotos que le hubiera gustado sacar o en las que le hubiera gustado formar parte, mientras nos pedía que cerráramos los ojos y nos contaba de qué se trataban, pero como el lugar no estaba a oscuras, las fotos no salían. La idea era ingeniosa, pero la dramaturgia se quedaba corta para mi gusto. Algo similar pasó con las polaroids de las tarjetas de los presentes, entre ellas nuestros carnets de periodistas: montaron un estante en una de las paredes, pusieron una foto al lado de la otra... y nada más.

"Mine is fake"

El viernes anduvimos por el Cabaret Voltaire, el café donde se dice que se fundó el dadaísmo. Había alguna especie de encuentro de artistas, entre ellos el curador de The voice and its double, un proyecto online que se presentó en Perla-Mode el miércoles (pasábamos justo a esa hora con las bicis por ahí y nos metimos a chusmear). Estaban debatiendo sobre radio y arte, habían hecho un break y antes de retomar iba a haber... ¡sí, adivinaron, una performance! Dos hombres de pie, mirando hacia diferentes lados. Dos radios a pila, cables que iban de las radios a las bocas de los hombres. Si respiraban, si abrían la boca, se oía la radio. Nuevamente, ingenioso el mecanismo y ninguno el contenido. Hay que conceder que era algo que podía ser un disparador para lo que estaban discutiendo, que no era un espectáculo en sí. Pero de todos modos no pude dejar de armar sentido con todo lo que vimos estos días. Todos los recursos y nada que decir. Zürich es una de las ciudades más ricas del mundo. Se dice que debajo de la calle están los lingotes de oro, y si no es verdad en un sentido literal, es verdad en un sentido metafórico. Fue elegida en los últimos años la ciudad con mejor calidad de vida. Todo es lindo, todo funciona. Es la capital cultural de Suiza. Se nota que hay mucha plata para proyectos artísticos, del Estado, de empresas como Polaroid, de fundaciones. Hasta para las expresiones alternativas, radicales, de resistencia o como se las quiera llamar. Y hay también ese vacío que Michael Eddy expresó tan bien, tan escuetamente, con tanta naturalidad: quiero aprovechar esta vidriera para decir algo importante al mundo y no sé qué.


Mientras tanto, en el Cabaret Voltaire, se acumulan las capas y capas de intervenciones artísticas.

jueves, 22 de octubre de 2009

SLAM

En un bar parisino que nos quedaba a 40 minutos de viaje en metro, 50 personas escuchan a un flaco que está recitando un poema. Cuando termina, todos lo aplauden y él vuelve a sentarse. El presentador, que organiza el evento llamado Slam, le da un caramelo en la mano en señal de agradecimiento por participar y le deja el espacio a un tipo que improvisa su letra mientras un guitarrista lo acompaña. Llegamos hasta ese lugar por invitación de Seb, un viejo amigo de perez, que es cantante.

El escenario está abierto en Slam, sólo hace falta anotarse en la lista. Sin estridencias ni ganas de copar la parada, los artistas van pasando de a uno. A algunos se los nota habitués del espacio y piden que los acompañen en los estribillos o en algunos coros. A otros, más tímidos, les cuesta un poco más soltarse y el nerviosismo los lleva a, por ejemplo, leer poemas apoyados contra la pared, sin sacar los ojos del papel. Los que cantan, rapean, casi ninguno incursionó en otro género. Al único que le entendí algo fue a un cabezón que le dedicó un poema a Martinica, su tierra natal. Y también a una chica que recitó algo fogoso, pero no puedo precisar mucho más porque no hablo francés y me limito a pescar algunas palabras sueltas e hilvanarlas como se me ocurre.

Cuando el reloj se estaba acercando peligrosamente a la hora de regreso (el último metro pasaba a eso de las 0.30), Seb cantó un tema que, después nos contó, compuso hace dos semanas. Cantó muy lindo y nos dejó un flyer para su próximo show. Me quedé con ganas de charlar un rato más con él, pero se nos iba el metro y volver a casa iba a ser una odisea, así que quedamos en vernos el próximo sábado.

LAURA / ZÜRICH

La única razón para venir a Zürich fue mi prima Laura.

Laura y yo somos primas segundas. Nuestros abuelos maternos eran hermanos. Pero, si bien su abuelo, mi tío Mario, fue una presencia importante para mí cuando era chica, hasta hace unos años no tuve mucho trato con sus hijos ni sus nietos. Me imagino que la pequeña no-huérfana que fui, era un paquete que nadie, voluntariamente, quería agarrar. Y no me parece que un tío segundo estuviera obligado. Si mis propios abuelos no sabían bien qué hacer conmigo, ¿por qué razón un tío segundo se iba a voluntarizar? Trato de hacerle entender a mi tía Ana, la mamá de Laura, que no echo culpas, que no me importa; no tengo mucho éxito, porque Ana es, según sus propias palabras, una judía dramática. Aunque ahora le revuelva el placard buscando un abrigo para traerme a Europa, aunque me ayude a preparar la valija y me lleve a Ezeiza, ella sigue cuestionándose por qué no fomentó la relación entre las primitas.

La parte linda de todo esto, es que el vínculo con Laura es una elección que estamos haciendo ahora, de grandes. Ahora que, de grandes, extrañamente, nos parecemos mucho. Físicamente. Podríamos ser hermanas. Para ella, que es hija única, y para mí, que también lo fui durante veintitrés años, es un flash parecernos tanto a alguien. No se nos pasa la novedad y nos encanta que nos lo digan. También nos parecemos en otras cosas. Las dos vinimos al mundo entre las balas (aunque para ella no parece ser un tema ni mucho menos un temita). Las dos somos artistas (aunque a ella no le daría pudor escribirlo como todavía me da a mí). Las dos hacemos teatro (aunque ella, que viene de la danza y la performance, me discutía hace unos meses que su espectáculo Title no era teatro).

Así que aquí estamos, con Laura, que resulta vivir en Zürich. Aquí estamos, en Zürich, desayunando jugo bio de naranja y zanahoria sin azúcar agregada (yo), mate con galletitas de canela bio (el Jose). Y trabajando un poco, que no todo es joda en este viaje, en pijama, en la cama, escuchando música, como si estuviéramos en casa. Lau, en la cocina, también trabaja, ultimando detalles para este proyecto, sobre el que pueden interiorizarse los lectores que entiendan el dialecto del alemán que se habla acá.


Para Zürich, todavía, no tengo palabras. No me había imaginado nada, no le había preguntado nada a Laura, ni siquiera había googleado nada antes de llegar. Estoy tratando de procesar todo esto que veo, oigo y huelo, que es tan, pero tan distinto.

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Como muy bien apuntó la lectora Uralita, la del video que tanto me perturbó en el Pompidou es Sigalit Landau, israelí (léase con ere), nacida en 1969.

Aquí pueden ver la obra en cuestión, llamada "Barbed Hula".

Después me cuentan.

martes, 20 de octubre de 2009

LAS AVENTURAS DE JOAO PANDEIRO

Joao Pandeiro llegó a la glorieta del Jardin des plantes munido de su instrumento. A su costado, su riquita le servía mate cada vez que él se lo pedía con la cabeza. El mediodía parisino estaba tan lindo que Joao se animó a quedarse en remera en pleno otoño. La música, en realidad ejercicios rítmicos que había abandonado en Buenos Aires antes del crack financiero, empezó a atraer a las multitudes galas. Primero, se acercaron cuatro jóvenes estudiantes, muy bien vestidos, obviamente, como todo el mundo en esta ciudad. Eran tan prolijos que pusieron papel de diario en el piso para sentarse y evitar la suciedad.

Los chicos sub 23 jugaban al Uno y seguían el ritmo con la cabeza, mientras Joao le contaba una vieja anécdota sobre ese juego de cartas a su riquita. Un rato después llegaron dos universitarios un poco más grandes, también lookeados al detalle. Ambos grupos de amigos se dispusieron al armado de sendos porros: los primeros, de chocolate, como dicen por acá. Los otros, sacaron de un ziploc unos lindos cogollitos y se armaron uno XL. Joao y su riquita se miraban, cómplices y curiosos. "Están armando el de Perón", le dijo Joao, citando a La Bombachita, que cuando encuentra algo grande o histórico cree que es del General. "Es el porro de De Gaulle", corrigió la riquita, siempre ilustrada.

Lo cierto es que los chicos convidaron y la música ya no pudo seguir sonando porque a Joao se le complicó la coordinación y la motricidad. En pocos minutos, la glorieta se transformó en un Samba y empezó a girar bastante rápido. Joao y su riquita, ante la duda, se quedaron quietitos, abrazados y, cuando pudieron, se fueron a disfrutar a una ciudad que los estaba esperando.

ELLAS EN EL POMPIDOU

La colección permanente del Pompidou está organizada actualmente alrededor de las mujeres artistas. elles@centrepompidou. Me gustaron: Sonia Delaunay y Natalia Gontcharova, entre los Picasso, Braque, Klee, Matisse, etceterá (en francés) del quinto piso (1905-1960).

ellos(jose y matisse)@centrepompidou

No me gustaron: las obras de ciertas feministas del cuarto piso (1960 a la actualidad) que ubicaban al espectador en un lugar… bueno, jodido. Si hay dos mantas en el piso cubriendo unos bultos que parecen ser cuerpos y de repente te das cuenta de que “respiran”, y las mirás y seguís de largo, porque ¡¿qué otra cosa podés hacer en un museo?!, ¿en qué lugar queda uno como espectador? ¿No te fuerza eso a la indiferencia que pretende condenar, o por lo menos poner en evidencia? ¿No es un poco tramposo que eso esté en un museo? ¿Acaso puedo levantar la manta y auxiliar a ese bulto humano que dieron por muerto pero todavía respira? ¿Y qué decir de un video en el que una chica desnuda, a la orilla del mar, hace hula-hula con un alambre de púas y, lógicamente, se va lastimando? El que mira esa “obra de arte”, ¿no es un morboso, un sádico? También vi por ahí una pierna gigante en una especie de aparato ortopédico o instrumento de tortura, pero no quise entrar. En un gesto que quizás sea contradictorio, rescato de ese piso la sala porno. No lo puedo intelectualizar mucho, simplemente me calenté, y me parece que el chiste del porno reside de esa eficiacia. Había un video con imágenes de sexo mezcladas con colores, fragmentos, una chica corriendo desnuda por la playa (y dale con la playa), que me dejó entrever la posibilidad de un cine erótico explícito en el que lo artístico suma, suma a la cachondez quiero decir, que de eso se trata. De todas formas, las instalaciones, videos, fotos, etceterá (se me pegó mucho el acento en estos dos días), no me interesan tanto como la pintura. “Dejame de joder con el videíto”, decía a cada rato la Coca que hay en mí.


Un cuadro de mi nueva amiga Sonia, creo que se llama "Joven finlandensa", mais je ne suis pas sûre. La imagen la tomé prestada de acá.

OTOÑO

Qué avispados que estuvimos cuando adelantamos el viaje para llegar en otoño.

En el Jardin des Plantes, había flores, aromáticas y arbustos quemados por los primeros fríos, pero aun así la paleta de colores era de verdes. Llegamos al mediodía y la temperatura fue subiendo. En la glorieta donde tomamos mate, hubo que sacarse las camperas. Y almorzando ensalada y pan a orillas del Sena (reflejo del sol en el agua, gaviotas, la parte trasera de Nôtre Dame), hasta nos quemamos un poco las narices.

(Un cliché, sí, pero qué linda que salió esta foto).

El camino del Jardin des Plantes al Centre Pompidou fue sinuoso. Queríamos y no queríamos llegar. El calorcito invitaba a seguir demorándose en las calles, aunque estuvieran medio vacías. En París los lunes cierra casi todo: los bancos, las farmacias, los supermercados, los negocios y puestos de la Rue Mouffetard. Pero, cosa rara para un museo, el Pompidou abre. También están abiertos los comercios de souvenires a su alrededor. No termino de decidir cuáles me resultan más infames: si los más tradiciones (variaciones sobre la torre Eiffel y el Arco de Triunfo) o los que quieren darle una vuelta de tuerca design al “J’aime Paris”.

Las otras veces que estuve en París, fue en diciembre o enero. Hacía mucho pero mucho frío. Las orillas del Sena eran un lugar ventoso del cual huir, no un refugio soleado donde hacer un picnic. Los árboles eran palitos desnudos que daban pena. Y a mí me están gustando cada vez más los árboles, tanto que lamenté irme de Buenos Aires con los paraísos en flor y ya lloro que me voy a perder la floración de los tilos, pero me consuelo pensando que a la vuelta llegamos a ver los jaracandás. En París están amarilleando los plátanos. Ya me las voy a ingeniar para caminar por alguna alfombra de hojas crujientes, aunque por lo que se puede ver, las barren enseguida. Se pasan de prolijos en París, pero no podrán con el otoño cuando se desate con todo en un par de semanas.

lunes, 19 de octubre de 2009

MINI-VALIJAZO

Mañana nos vamos a Zurich y estamos haciendo las mochilas. Hay que dejar las valijas cerradas para que no estorben la clase de yoga de hoy de Vero.

Jose no estaba encontrando la afeitadora. Por un momento me lo imaginé barbudo y me dio mucha curiosidad, y también cierto miedo de que luciera demasiado rabínico. Pero acaba de aparecer.

No hay agua en el edificio, por lo que los planes de bañarnos y lavar ropa se complican.

Hasta este mini-valijazo me estresa un poquito.

domingo, 18 de octubre de 2009

LA ETERNA LUCHA DE JOSE CONTRA EL AUTOFOCUS


Árboles del Parque Buttes-Chaumont. En segundo plano, borrosa, yo.

AIRE

Nada de rendez-vous mañana. Estoy cansada. Mucho. Quedé así después de las últimas semanas de estrés pre-viaje, sumado a las dificultades económicas que hicieron peligrar el viaje mismo. Ok, estamos en Europa, no voy a abundar en quejas porque sería de muy mal gusto, me doy cuenta. Pero anoto como al pasar que la pasé horrible porque contábamos con un dinero que no entró y otro que entró a última hora y otro que iba a entrar y se cayó. Pero acá estamos, haciendo la conversión del euro al peso para comprar una cerveza en un kiosco, costumbre que espero se me pase en breve porque así no es vida, señores.

Fin del intervalo financiero.

Tenía pensado encontrarme con algunas personas en estos primeros días en París, pero visto que salimos el martes bien temprano para Zurich y luego volvemos, he decretado el cese total de actividades hasta nuestro regreso. Hoy pasamos el día con Kelo y Vero, los amigos que nos hospedan, domingueando por los parques Buttes-Chaumont y La Villete, y el Canal St. Martin. Era tanta la prisa por salir a aprovechar la tarde de sol que nos olvidamos de llevar mate o cualquier otro elemento de picnic. Si mañana sigue este buen tiempo, vamos a seguir ventilándonos, dejando que el aire de acá se lleve todas las preocupaciones que quedaron atrás.

Vero, que es profe de yoga y tiene alumnas azafatas, dice que ellas descansan así, yendo a los parques. Yo, además, dormí doce horas. ¿Soy la misma del viaje anterior, la del jet-lag? Releo aquel blog y de repente sospecho que no.

PASEANDO LA TORTUGA

No esperaba que el primer paseo de la mano de Kelo y Vero fuera por la Paris más turística porque a ninguno de los dos les gustan los gentíos ni los lugares comunes. Por suerte, no nos llevaron a la Torre Eiffel ni al Arco del Triunfo. Luego de una cura de sueño al mejor estilo Celeste Cid, nos despertamos al mediodía y encaramos un largo viaje en colectivo, en el que charlamos con una rumana que tenía un bebé que se llamaba Daros y que me miraba mucho. La mamá de Daros nos contó que vivió un año en un hotel en Buenos Aires, que tuvo un hijo en Brasilia y otro en Paris. "Ahí también estamos", decía cada vez que mencionábamos a una ciudad. No terminé de entender a qué se refería con esa frase, supongo que a su familia.

A la tarde paseamos por un parque gigantesco, que incluía una cascada, árboles hermosos y una cúpula. Vero contó que todo el parque era artificial y perez encontró un cartel que decía que se había construido a pedido de Napoleón. No me acuerdo cómo se llamaba, pero sí puedo asegurar que el verde y el sol me vinieron muy bien para ir deshaciéndome del jet lag, que es como tener una tortuga renga en la cabeza. Por momentos, hacer sinapsis fue más difícil de lo habitual.


La estadística momentánea indica que pagamos cero de cinco viajes en distintos medios de locomoción. Supongo que mañana, cuando los locales ya no puedan pasearnos, se terminará esta vida al margen de la ley y sacaremos algún boleto de algo.

sábado, 17 de octubre de 2009

LAS PRIMERAS IMPRESIONES FUERON DIGITALES

Negritos con ropas de colores.

Un grupo de seis a ocho motoqueros con camperas de cuero con inscripciones en amarillo, tomando cerveza.

Rubios.

Acentos de todas las regiones de España.

Una gordi argentina muy perdida que casi se nos adosa.

Estamos en Barajas esperando para tomar el vuelo a París.

viernes, 16 de octubre de 2009

NO PUEDO MÁS DEL VALIJAZO

No llego. Cada cinco minutos pienso que no llego. Entonces veo las valijas cerradas y me siento una loca. Pero faltan mil pequeñas cosas: los adaptadores, mis lentes de sol (estoy sufriendo mucho la luz en la calle), vestirme, ¡las bombillas! La casa queda como si por ella hubiera pasado un tsunami y al bajar las aguas las cosas se hubieran depositado arbitrariamente en cualquier lugar. Perdón, Néstor. Aprovecho y te recuerdo que riegues muchos los helechos y las azaleas. Y que las mires y te fijes si aparecen bichos de cualquier especie. Y ya que estás, que les hables y les digas que están muy lindas y muy verdes.

Quedaron varias cosas sin hacer. Y este caos. ¿Podré vivir con esta idea y dejarme llevar por la ola, que tal vez no es tsunami?

miércoles, 14 de octubre de 2009

EL DESARROLLO DE UNA OBSESIÓN

Hoy llovió pero ella no se puso las botas rosas.

Me gustaría tener algo que ver con eso. Es más, me propongo tener algo que ver con eso. Que se traume con la bota que se dobla y se baja y que una blogger impía la descubrió.

¿Qué chapeás con H&M, roñosa? Ahí me puedo comprar ropa yo y ni siquiera en liquidación.

(La belicosidad me la contagió D.A.M. Mi dorima me está haciendo ver la conferencia de prensa).

Igual lo de H&M es verdad. Aguanten unos días y ampliaremos.

Yo sí me puse las botas de lluvia esta mañana y me las elogió el pescadero. Chupala, Luli.

A CIEGAS

No quiero saber demasiado sobre los lugares a los que iremos. Sé que en algunas ciudades voy a querer hacer notas, como en Bruselas, que se autodenomina la capital mundial del comic, pero no tengo la menor idea de cómo se ve la ciudad. Lo mismo me sucede con Lieja o con Troyes, donde visitaremos a la genia de Pepé (prometo escribir pronto sobre ella).

Cuando fuimos a Amsterdam, hace casi dos años, me sorprendí con la cantidad de canales que atravesaban la ciudad. Yo pensaba que estaban sólo en algunas partes, pero allí descubrí que los puentes son casi tan protagonistas como las bicis. Me interesa saber a quiénes veremos en cada lugar y qué se puede hacer, pero no quiero saber cómo son las ciudades porque quiero llegar y sorprenderme. No quiero ver fotos por Internet ni de viajes anteriores de Perez. Prefiero el impacto de lo nuevo.

martes, 13 de octubre de 2009

MÁS REGALOS

* Dos mates de cerámica negra.
* Un tapiz norteño.
* Un mate de calabaza decorado con motivos rusos (objeto fetiche de la feria de Belgrano que, ahora descubro, siempre quise tener).
* Un tapa-botellas (¿se dirá así? lo contrario del sacacorchos, un corcho tuneado) también ruso.
* Un colgante de alpaca y mostacillas (juro que éste tampoco es mierda vudú hippie).
* Un colgante de cobre esmaltado (bueno, éste sí es medio hippie).
* Palosanto para quemar (2 unidades).

Faltan libros, golosinas y bombillas para tanto mate.

Es mi cuarto viaje para el Festival Voix de Femmes, parando en casas de amigos o amigos de amigos. Siempre llevé regalitos para mis anfitriones, pero nunca mates. Regalar mates me parecía trillado. Sentía que formaba parte del mismo conjunto que el show de tango, el Obelisco, los negocios de cuero de la calle Florida, el comercio injusto de artesanías coyas, etc. Pero no, no es lo mismo. ¿No puede algo ser típico sin ser un artificio for export? El mate es algo genuino. En Argentina se toma mate. Todos tomamos mate. El mate circulando de mano en mano, la promiscuidad, podríamos decir, de tomar todos de la misma bombilla, me parece que tiene que ver con el modo en el que los porteños nos relacionamos. Cómo nos tocamos. Allá es distinto. Allá la gente no se toca tanto.

El mate es de verdad, no es merchandising para turistas. ¿Por qué no compartirlo?

ÚLTIMO MOMENTO: Jose agrega dos libros de Federico Jeanmaire a la lista de regalos.

jueves, 8 de octubre de 2009

MA PROF

Mi profe de francés es mi amiga Male. Nos conocimos hace ya un montón de años en el taller de dramaturgia de Patricia Zangaro. Juntas escribimos una obra, produjimos un ciclo de teatro leído e hicimos la asistencia de dirección de Ábaco. Además de dramaturga y traductora de francés, Male, que vive en el delta del Tigre, o, para hablar con propiedad, "en la isla", cursa o está cursando todas las materias de la Universidad del Hippie. Tiene abejas, hace ungüentos y cremas con miel, tiene huerta, teje al crochet y en dos agujas, se corta sola el pelo, es vegetariana, canta (hermoso), toca la guitarra y ahora el charango, baila chacarera y un larguísimo etcétera.

Male, como empecé a contar antes de irme por las ramas con la Universidad del Hippie, es mi profesora de francés. En el viaje anterior me elogiaron mucho por mi nivel y vocabulario, elogios que le transmití a Male pero que no termino de creerme con respecto a mí misma. Ahora que ella vive en la isla, las clases se suspendieron. Pero en las vísperas de este viaje me agarró el ataque de que me había olvidado todo, j'avais tout oublié, y encima Jose no habla francés y tiene que laburar, y yo también tengo que laburar, en el Festival. Así que armamos un cronograma de clases de emergencia a la medida de mi desesperación, que obviamente después no respetamos ni ella ni yo. Porque nuestras clases son cualquiera, son n'importe quoi. Entra las primeras cosas que aprendí a decir en francés están mocos (hay dos palabras: crote de nez si es moco duro, morve si es moco líquido), resaca (gueule de bois) y pija (bite), por ejemplo.

Repaso las notas de las clases que estamos teniendo y son fiel reflejo de mis últimos tiempos:

gorge: garganta (No me terminaba de curar de una laringitis que me tuvo a maltraer).
se detendre: relajarse (Un sueño imposible).
Je ne peut pas me passer de l'internet: No puedo prescindir de internet (Sin comentarios).

Entre esa clase y la siguiente, surgieron inesperados inconvenientes económicos:

Un tas de problems: Un montón de problemas
toucher le salaire: cobrar
déponser: gastar

Para la última clase, todo estaba más encaminado. Male vino a casa con tiempo, cosa que hacía mucho que no pasaba, y hubo una larga, dispersa y desopilante clase, que incluyó el vocabulario:

théière: tetera
ceindrier: cenicero

Y una explicación en francés acerca de la reproducción sexual de las plantas de la que no tomé nota porque estábamos en el jardín flasheándola con la pasionaria.



Ahora sí, ya me siento más segura para embarcar et arriver à Paris.

martes, 6 de octubre de 2009

SHANTEL

Este flaco de sombrero y barbita se llama Shantel, es alemán y tiene ascendencia ucraniana. Su música es balcánica con toques electrónicos. Hace unos años me bajé un disco suyo de un blog y me gustó, no digo que me hice fan porque la música balcánica me cansa al séptimo tema, pero me gustó.

Shantel toca el 27 y 28 de octubre en La Marroquinerie en Paris y yo ya hablé con su manager para entrevistarlo el 26. La nota va a salir publicada en un suplemento cultural en el que todavía nunca escribí. Mi amigo Kelo, que nos va a albergar en Paris y habla alemán muy bien, me va a hacer las veces de intérprete. Espero que podamos ver su show. Según me contaron, al final reparte shots de vodka entre el público. Espero que me reconozca si pasa cerca mío y me invite una copita (seguro que, polleduro, la comparto con Mariana). Todo es tan bueno que todavía no me lo creo.

EL VALIJAZO

Llegó la valija y con ella el valijazo.

¿Qué campera llevo? ¿Cuántas camisetas? La ropa térmica, ¿no será una exageración? ¿Y llevar dos cremas de enjuague? El dermaglós y el fango para la cara, ¿los fracciono? Las botas de Camper, ¿sí o no? Si en los viajes subo de peso, ¿conviene llevar ese jean de Zara que tanto me gustaba y tanto se estiró? ¿O estar previendo eso ya es cualquiera? ¿Hay que llevar paraguas o robárselos a nuestros anfitriones? ¿Y el libro de Anne sobre Berlín y Buenos Aires? Es muy pesado, está pegado, no cosido, pero también es una especie de mapa del tesoro hacia el Berlín que más me interesa.

Esta vez les digo que no a:

* la lana (no tejí nada en el viaje anterior),
* los libros (no quiero llevarme un mundo de acá a mi alrededor, como una escafandra; prefiero entregarme a los textos que encuentre por ahí, libros, revistas, comics, folletos turísticos, mensajes en la heladera, lo que sea),
* un tercer equipaje! (crimen contra el sentido común que cometí el otro año).

El sábado viene mi tía Ana a ayudarme a pensar la valija. Qué programa de huérfana. Tiramos la ropa arriba de la cama, digo, la presentamos. Me la pruebo. Armamos la mayor cantidad de combinaciones (conjuntitos, diría Irma) posibles. Anoto todo mentalmente y mi ansiedad disminuye en un porcentaje considerable. Pero esto es recién el sábado, hoy es martes y de reojo estoy viendo la valija y me parece que ella también me espía mientras escribo.

lunes, 5 de octubre de 2009

REGALOS

* Un comic.
* Yerba y tés de Misiones de una casa de comercio justo del barrio.
* Dos mates (de porongo, como corresponde).
* Un colgante de alpaca y macramé (con esta descripción parece una bosta hippie, pero juro que es precioso).

Y faltan.