viernes, 11 de diciembre de 2009

HASTA PRONTO, PEPECITA

Pépé se quedó a dormir el domingo con nosotros en lo de Vero y Kelo. A la mañana, salimos a dar una vuelta por el 16éme, el barrio donde ellos viven por esos azares de la vida laboral y donde gente como nosotros no tiene demasiado qué hacer. Sin embargo, fue ahí y el última día que hicimos eso tan típico de París: tomarnos un café sentados en una mesa en la calle y ver pasar la gente.


Perrine se quiso sacar esta foto frente a un hospital que se llama casi como ella:


Santa Perrine cura, trae suerte, cumple y dignifica.

"¡Llévenme!", nos repetía a cada rato, mientras cerrábamos la valija, mientras viajábamos en metro a Gallieni, mientras hacíamos el check-in del Eurolines. Ay, Pepecita, qué no daría por tenerte en Buenos Aires ahora, cantando mientras preparás una tisana en nuestra tetera, tocando la quena que nos regalaron los "sobrinos" chilenos y a la que nosotros no somos capaces de sacarle un sonido, metiendo mano en nuestras macetas, prendiendo velas. Estoy segura de que vendrían más pájaros y mariposas si estás acá, y quizás hasta algún gato nos adoptaría.

Pépé y la poule.

Una de las últimas charlas que tuvimos fue acerca de los viajes, y de todo lo que uno extraña después, y que casi casi que sería mejor no haber viajado nunca ni haber conocido a nadie para no sufrir tanto después.

2 comentarios:

Saskia dijo...

Y yo espero que sigan viajando para poder seguir leyendo sus historias que me encantan!

Anónimo dijo...

cada vez que compres un ticket de tren refregatelo bien por el orto y que te lo chupe esa puta judia de vestidito!