Qué avispados que estuvimos cuando adelantamos el viaje para llegar en otoño.
En el Jardin des Plantes, había flores, aromáticas y arbustos quemados por los primeros fríos, pero aun así la paleta de colores era de verdes. Llegamos al mediodía y la temperatura fue subiendo. En la glorieta donde tomamos mate, hubo que sacarse las camperas. Y almorzando ensalada y pan a orillas del Sena (reflejo del sol en el agua, gaviotas, la parte trasera de Nôtre Dame), hasta nos quemamos un poco las narices.
(Un cliché, sí, pero qué linda que salió esta foto).
El camino del Jardin des Plantes al Centre Pompidou fue sinuoso. Queríamos y no queríamos llegar. El calorcito invitaba a seguir demorándose en las calles, aunque estuvieran medio vacías. En París los lunes cierra casi todo: los bancos, las farmacias, los supermercados, los negocios y puestos de la Rue Mouffetard. Pero, cosa rara para un museo, el Pompidou abre. También están abiertos los comercios de souvenires a su alrededor. No termino de decidir cuáles me resultan más infames: si los más tradiciones (variaciones sobre la torre Eiffel y el Arco de Triunfo) o los que quieren darle una vuelta de tuerca design al “J’aime Paris”.
Las otras veces que estuve en París, fue en diciembre o enero. Hacía mucho pero mucho frío. Las orillas del Sena eran un lugar ventoso del cual huir, no un refugio soleado donde hacer un picnic. Los árboles eran palitos desnudos que daban pena. Y a mí me están gustando cada vez más los árboles, tanto que lamenté irme de Buenos Aires con los paraísos en flor y ya lloro que me voy a perder la floración de los tilos, pero me consuelo pensando que a la vuelta llegamos a ver los jaracandás. En París están amarilleando los plátanos. Ya me las voy a ingeniar para caminar por alguna alfombra de hojas crujientes, aunque por lo que se puede ver, las barren enseguida. Se pasan de prolijos en París, pero no podrán con el otoño cuando se desate con todo en un par de semanas.
6 comentarios:
Así me gusta. Los que decían que sacaba malas fotos, ya saben qué tienen que seguir haciendo
estás re preciosa, pero te falta agregar de adonde es tu gamulán, nunca serás una luli, pa que te mando a paris?
Pero cuánta sensibilidad botánica. Deje de lamentar Doña Perez, que si quiere acá hacemos el esfuerzo y le disfrutamos por usted. ¿Los paraísos son los que dan los venenitos?
perez, es usted muy bonita y me fascina su gamulan.
Herno: si llamás venenitos a las bolitas peludas, esos son los plátanos. Los paraísos son los que tienen una flor banca pálida muy perfumada. Están a pleno en este mismo momento. Cuando sientas un olor riquísimo, dulzón, en la calle, mirá p'arriba y lo vas a encontrar.
Chicas: gracias por los piropos. No es un gamulán, es una campera de lo más ordinaria que me costó 10 euros en Berlín en el viaje pasado. Pero les tengo una ganas bárbaras a los gamulanes.
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