No esperaba que el primer paseo de la mano de Kelo y Vero fuera por la Paris más turística porque a ninguno de los dos les gustan los gentíos ni los lugares comunes. Por suerte, no nos llevaron a la Torre Eiffel ni al Arco del Triunfo. Luego de una cura de sueño al mejor estilo Celeste Cid, nos despertamos al mediodía y encaramos un largo viaje en colectivo, en el que charlamos con una rumana que tenía un bebé que se llamaba Daros y que me miraba mucho. La mamá de Daros nos contó que vivió un año en un hotel en Buenos Aires, que tuvo un hijo en Brasilia y otro en Paris. "Ahí también estamos", decía cada vez que mencionábamos a una ciudad. No terminé de entender a qué se refería con esa frase, supongo que a su familia.
A la tarde paseamos por un parque gigantesco, que incluía una cascada, árboles hermosos y una cúpula. Vero contó que todo el parque era artificial y perez encontró un cartel que decía que se había construido a pedido de Napoleón. No me acuerdo cómo se llamaba, pero sí puedo asegurar que el verde y el sol me vinieron muy bien para ir deshaciéndome del jet lag, que es como tener una tortuga renga en la cabeza. Por momentos, hacer sinapsis fue más difícil de lo habitual.
La estadística momentánea indica que pagamos cero de cinco viajes en distintos medios de locomoción. Supongo que mañana, cuando los locales ya no puedan pasearnos, se terminará esta vida al margen de la ley y sacaremos algún boleto de algo.
domingo, 18 de octubre de 2009
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2 comentarios:
un turismo al margen de la ley! eso es viajar señores!
Veo, no sin algo de nostalgia, que estuvieron paseando por los mismos lados por los que nuestrac anfitriona nos paseó a nosotros cuando estuvimos en París el año pasado. Un lujo ;)
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