Kreuzberg es el barrio turco de Berlín y, por suerte, nosotros también vivimos acá. Las estadísticas indican que el 40% de su población es turca e, históricamente, se criticaba a la comunidad por cerrarse demasiado. Se la acusaba de haber creado una "pequeña Estambul" y de no interesarse, ni siquiera, por aprender alemán. Sin embargo, esta semana participamos de un evento que demostró que los turcos están dispuestos a mostrar su mundo, a contar sus problemas y su visión del barrio.
El proyecto se llama "Beyond belonging" y tenía una estructura muy original. En grupos de seis personas, los espectadores circulan por seis locaciones distintas. En cada una hay una performance en la que artistas reflexionan sobre distintos temas relacionados a la turquedad.
En la primera fuimos a un bar en el que nos esperaba un trío de músicos y un cantante. El tipo contaba su historia y entonaba algunas canciones. El texto lo decía en alemán y cantaba en turco. Había hojas con las letras en fonética, para sumarse. Nosotros no entendíamos ni una palabra, pero fue sencillo darse cuenta que el tipo extrañaba, que hablaba de algún amor que había dejado en su país y que no la estaba pasando del todo bien. Además, un pelado de nuestro grupito se voluntarizó como traductor y nos dio una mano durante toda la jornada.
De ahí pasamos a una institución que no sé qué era. En un aula nos esperaban tres viejos turcos, vestidos de jóvenes, con camperas Adidas y gorras. Contaban anécdotas de cuando llegaron a Alemania, se peleaban entre sí y uno le agarró la mano a Perez, en el medio de su speech, y se la golpeaba contra su pecho. Después, aparecieron dos viejitas, nos llevaron al aula de al lado y, según nuestro traductor, dijeron que estaban cansadas de pelear y discutir y que preferían bailar. Pusieron música y todos terminamos bailando. Divinas las viejas.
La parada siguiente fue en el patio de un edificio. Pequeña aclaración: muchos edificios en Berlín tienen dos cuerpos que están separados por un patio. De una ventana apareció una chica rubia, de ojos claros, bien alemana. Ella gesticulaba y movía la boca pero no emitía sonido. El testimonio, en realidad, estaba grabado. Distintos vecinos de Kreuzberg decían cómo veían al barrio. La chica, por cierto, era muy graciosa y tenía la cinta bastante aprendida, lo cual le permitía lucirse en momentos inesperados, como una carraspera o un ruidito de duda.
Luego fuimos al sótano de un almacén turco. Antes de entrar, nos dieron una linterna que iluminaba muy poquito porque tenía cinta pegada en la parte que alumbraba. Cada una daba un hilito de luz. Estábamos en un cuarto muy oscuro, con un actor a pocos centímetros. Él estaba en la cama, con calor. Se despertaba, comía algo, estaba en bolas, tomaba una coca y erutaba. Era incómodo estar cerca suyo. Desde la planta baja lo llamaba un amigo. Parece que estaba acusado de participar en un asalto y se estaba ocultando. El turco que estaba al lado nuestro le gritaba que no iba a salir. Un ratito después prendió la luz y lo vimos mejor: era pelado, de mucho pelo en pecho y estaba agitado. Por suerte, salimos sanos y salvos del sótano, al grupo de seis se sumó una china que estaba tomando una cervecita (estaba bastante en pedo) devolvimos las linternas y encaramos hacia el Kunstraum Kreuzberg/Bethanien, un lugar en el que funciona una galería de arte y también una escuela de música. Allí vimos un video protagonizado por estudiantes de un secundario de Kreuzberg. La mayoría, como era de esperar, eran turcos. Habían compuesto una canción basada en 'Another brick in the wall' en la que reclamaban por más educación con su tema 'All we need is education'. Para la ocasión se habían vestido con los trajes típicos de las escuelas privadas inglesas. El vestuario, por cierto, lucía muy extraño en los cuerpos de los turkish. El video los mostraba cantando su reclamo en distintos lugares de la ciudad, como el subte o el congreso. La coreografía que habían armado era genial y ellos eran muy graciosos. El cierre de esta parte fue con la presentación en vivo del grupo.
Por último, fuimos a otra casa. En el living había cuatro paredes de tela negra, de las que colgaban etiquetas de precios. Apareció una chica que corría alrededor del cuarto y pasaba por al lado nuestro. Corría hacia un lado, frenaba, se daba vuelta, corría hacia el otro. Por momentos iba más rápido, también se caía, nos invitó a cambiarnos de lugar, sigo corriendo, la luz se fue apagando, ella siguió y siguió hasta que se fue del cuarto.
Salimos de la casa, le agradecimos al flaco que nos tradujo y nos quedamos con la sensación de que hay muchas maneras de contar historias.
domingo, 15 de noviembre de 2009
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1 comentarios:
En el "devolvimos las linternas" leo el deseo de llevárselas de souvenirs. Estaba pensando y no me acuerdo una sola performance buena en la que no me haya sentido incómoda en algún momento. Si no te pasa algo así, son embolantes y vacías de sentido. Raras, las performances.
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