lunes, 30 de noviembre de 2009

SILVIA Y SERGIO

En Liége paramos en la casa de Silvia y Sergio. Él es el hermano de mi tía Susi, que está casada con mi tío Mario, el hermano de mi mamá. No es mi tío directamente, pero pasó a serlo durante la segunda vez que intenté explicar que nuestro lazo no era sanguíneo. Era una explicación demasiado larga para un detalle menor y que a nadie le interesaba. A ellos les sucedió lo mismo y fueron por más: no sólo decían que yo era su sobrino, sino que también adoptaron a Perez.

Silvia y Sergio forman una pareja, como tantas otras, despareja. Ella es hiperactiva y habla todo lo que puede. Él transmite una tranquilidad campesina y elige las ocasiones en las que mecha un comentario. Ambos siempre estuvieron dispuestos a consentirnos en cualquier pedido ridículo (quisimos comprar un tubo para que no se doblaran los posters que nos llevamos del festival) y el primer día nos compraron una tarjeta para el transporte y otra para llamar a la Argentina. "Coman, coman", nos aconsejaba Silvia, que también nos dejaba una notita todos los días en la mesa del comedor con algún consejo o simplemente escribía "buen día y besos".

Nos contaron que están cerca de la edad de jubilarse y que la idea no les gusta para nada. "Ponemos mucha líbido en el laburo", nos dijo Silvia, en nuestro único paseo por la ciudad, el día que nos teníamos que ir. Durante la semana tuvimos los horarios invertidos con ellos pero se acercaron dos noches al festival para ver algunos shows. Allí se encontraron con muchos amigos, compañeros de Tai Chi de Silvia, viejos colegas de Sergio y hasta a su dentista. Silvia y Sergio tienen a sus tres hijos viviendo en distintos países y nosotros nos beneficiamos de ese déficit de afecto y consentimiento.

El sábado nos llevaron a comer el plato típico de la ciudad (unas albóndigas riquísimas que se acompañan con un puré de manzana y papas fritas) y después paseamos por Masstricht, una ciudad holandesa que queda cerca de Liége y desde donde nos tomamos el tren hacia Utrecht. Durante el almuerzo nos pusimos al día con lo que había pasado durante la semana, Perez les explicó qué trabajo había hecho en el festival y ellos nos contaron sobre su militancia en los setenta y su exilio. A la mañana Sergio me había mostrado una foto en la que estoy junto a sus hijos actuando una obrita de teatro en la casa mis primos. Me acuerdo bastante de ese día y creo que la obra terminaba cuando yo le hacía upa a su hija menor. Ésa era la única anécdota que teníamos en común. Por suerte, ahora tenemos nuevas boludeces para recordar y los vamos a ver en diciembre en Buenos Aires.

1 comentarios:

Nelson dijo...

José, que pasa con la nota del suplemento NO? Si no te la van a publicar subila acá que quiero leerla.Dale