Ya me había encontrado con las delicias de Marylene y sus apuntes gastronómico-amorosos en Montpellier en mi viaje anterior. Por eso me daba mucha curiosidad conocerla, a ella y al papá también. Me desconcertaron; creo que esperaba encontrarme con unos campesinos como los que pintaban los impresionistas y no con este matrimonio de sesenta y algo que bien podría tener la misma casa en Olivos (en los '80).
Para los lectores que reclaman fotos tan fervorosamente, aquí tienen a Marylene, la responsable de tantas cosas ricas (yogur casero, compota de peras, dulces de ciruela, cereza, grosella, jugo de manzana, pasta de aceitunas, caviar de berenjena, ¡flan de zapallo!) en Fresnoy-le-Château:
El último día, nos despidió con un té con tarta de manzana. Cuando estaba sirviendo, aclaró que comiéramos tranquilos, que había hecho dos. Se ve que su comida atrae multitudes, porque mientras estábamos en su casa aparecieron el hermano de Pépé y dos viejos amigos de ella del pueblo, sin cita previa y sin otro motivo aparente que atacar los manjares de Marylene.
Esta madre de todos nos adoptó también a nosotros y nos regaló para el viaje una botella con cerezas en cierta bebida alcohólica no identificada.
En la foto, con Pépé y sus amigos, Marine y Fred, de quienes todavía tenemos tanto para contar. Tengan paciencia. Son demasiadas las cosas que estamos viviendo y no se puede escribir sobre todas ellas en tiempo real. Algunas experiencias piden tiempo para ser elaboradas.
4 comentarios:
Cabe agregar que esta señora es tan amorosa que saluda con cuatro besos.
Cuando sea grande quiero ser Marylene. Corrijo, cuando sea grande VOY a ser Marylene.
Vas muy bien.
vacaciones es comer y tomar y pasear y museos y sentirse inspirados y romanticisimo y alguna peleíta. y qué vacaciones!
a su salud e inspirado, al vodka de los bisontes polacos le acabo de echar jugo de durazno. soy un genio de la cocktelería.
nos hacen falta!
Publicar un comentario