Durante los últimos dos días tomé uno de los ateliers que brindan algunos de los artistas del festival. Elegí el de Técnica de tambourin, un instrumento muy similar al pandeiro, pero dos talles más grandes y proveniente de Italia. El taller estuvo a cargo de Lamberto Probo, uno de los músicos de Officina Zoe, que se presenta mañana acá. No quiero sostener un misterio innecesario sobre mi performance en el atelier, así que les voy adelantando que fui, claramente, el mejor alumno. Cuando terminó la primera clase, varios compañeros, y también una cantante del grupo, me preguntaron si ya venía tocando este instrumento. "Nada que ver, chicos, lo agarré por primera vez hace dos horas e hice lo mejor que pude", les respondí (no, mentira, no les dije así, pero sí les aclaré que nunca lo había tocado).
Éramos seis personas en el grupo. Un papá alto, flaco, rubio, con el pantalón por sobre la línea del ombligo, junto a su hijo, muy parecido a él (pero más lindo) y de siete años. El nene me dio tanta ternura que me paré al lado suyo en la ronda para ver cómo tocaba il tambourin con esa mano tan chiquita. Había dos chicas rubias, cachetonas, con mejillas coloradas, supongo que tenían poco más de 20 y un flaco de unos treinta que era el típico nerd que hace, con mucho énfasis e introducciones largas, las preguntas que a nadie le interesan. En la primera clase, por ejemplo, indagó sobre el origen de otro tambor italiano, consultó sobre la subdivisión del ritmo y aplaudió cada vez que el tano hizo alguna demostración para ejemplificar cómo se tocaba. A la tercera vez que lo aplaudió, el tano le pidió que no lo hiciera más, le dijo que viene tocando ese ritmo desde que era así de chiquito y bajó su mano hasta la altura de sus rodillas. El flaco había llevado un grabador digital para tomar registro de la clase y dijo que tocaba el pandeiro. No necesité mucho más para declararlo mi enemigo de la jornada y me propuse tocar mejor que él. No iba a soportar si él terminaba siendo un dotado dil tamburin. Pero no fue así, como ya les anticipé. La técnica no era muy difícil pero sí incómoda: había que pegarle al parche con el pulgar, luego girar sobre el eje de la mano y pegar con el índice y el tercer golpe se daba con con los dedos mayor, anular y meñique, bajando la mano. Lamberto nos explicaba que la "pízzica pízzica" es la base de todos los ritmos italianos y cada vez que lo mencionaba yo me tentaba un poco.
Cuando empezó la segunda clase, nos repartieron los tambourinos y nos pidieron que tocáramos lo que habíamos visto el día anterior. El profe se puso al lado mío mientras tocaba y me pedía que acelerara el ritmo. Cuando ya no pude más y paré, se dio vuelta y le dijo a su compañero "é bueno". Más tarde una cantante le comentaba a otra sobre mi, mientras me señalaba, "é bravo". Me sentía en el cielo de los percusionistas italianos.
Más tarde nos juntamos con el taller de danza y tocamos junto a la banda, mientras el resto bailaba. Ahí pude comprobar que se trata de un ritmo que se utiliza en rituales y que puede meterte en un trance. Obviamente, no me teletransporté, pero la pasé muy bien tocando (lo que podía, porque era demasiado rápido). Me amigué con mi enemigo, que resultó ser batero y percusionista y me explicó en francés un proyecto musical que no entendí pero igual lo felicité.
Durante un descanso, el padre flaco y alto se acercó al tano y le preguntó cuánto tiempo tardaba, más o menos, en entrar en trance cuando toca. Lamberto me miró cómplice y le respondió que entra en trance apenas toca. Más tarde se le acercó el nene y le pidió que le firmara el tambourin. "Para Cirillo, con tutto il cuore, Lamberto", le escribió con marcador. Pregunté los precios de los tambores y me dijeron que salen 35 y 45 euros. No creo que me compré uno, pero me tenté mucho con seguir dándole a estos ritmos "obsesivos", como los describió el gran Lamberto.
martes, 24 de noviembre de 2009
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8 comentarios:
bravo Favalli!
comprate uno pérez, dale!
Pero si no es para mí! Yo con el tamburino no soy capaz de hacer nada.
Bravo, bambino!! Molto buono!!! (??)
¡Bravo, bravo! Qué bien nos hace quedar nuestro Jose en el mundo!
Saludos y síganla gozando
el tamburino te dará alas!
Bebu: me cabe ese italiano. Io lo parlo tambene.
Que buena historia...
"No necesité mucho más para declararlo mi enemigo de la jornada..." Esa frase me mató
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